sábado, 17 de junio de 2017

Lucha por mí (relato)

—Lucha por mí.
Su voz, apenas audible, ya no mostraba ni un atisbo de lo que no hacía mucho fue. Ella recordaba la fuerza que un día tuvo, no sólo su voz sino todo el conjunto de lo que ahora casi vegetaba sobre la cama de aquel viejo hospital.
Necesitaba llorar, necesitaba hacerlo con fuerza, pero pensó que no era justo para él. No entendía como en un momento así éste todavía era capaz de tratar de dibujar una sonrisa en su consumido rostro.
Ella cerró los ojos por unos instantes. Pensaba que él no se daba cuenta pero éste hasta llevaba una cuenta de las veces que lo había hecho en las últimas horas. Sus últimas horas.
Conocía de sobra el motivo. Sabía que recordaba un pasado no demasiado lejano en el que su día a día consistía en planificar un futuro que nunca llegaría. Cuando, juntos, pasaban tirados varias horas sobre el césped dejando sólo que el viento meciera sus sueños. Ahora sí sonrió aunque ella no lo vio. Pensó en lo irónico de todo aquello. Pensó en la de veces que no habían disfrutado el hoy por pensar en el mañana. Y en el mañana una visita al médico lo cambió todo.
Treinta primaveras no habían sido suficientes. Su reloj se pararía pronto, quizá demasiado pronto. No sería tan idiota como para arrepentirse de lo hecho, al contrario, sería de lo que le quedaba por hacer.
La miró una vez más. ¿Cómo hasta en esos momentos en los que su cara mostraba un sufrimiento sin igual podría seguir siendo aquel ángel? No había sentido nunca la necesidad de tener que creer en él, pero inevitablemente ahora anhelaba de su existencia. Necesitaba pensar que algo o alguien le dejaría seguir junto a ella aunque su cuerpo estuviera inerte. Cuidarla, mimarla.
—¿Por qué sonríes? —Quiso saber ella.
—Me voy feliz, ¿sabes?
La muchacha no pudo evitarlo y rompió a llorar.
—¿Cómo puedes decir eso? Nadie se marcha feliz.
Él sonrió, cada palabra le suponía un esfuerzo titánico. Ya casi no quedaba llama en la vela.
—Te quiero —dijo con dificultad aunque manteniendo la sonrisa.
Ella miró el monitor. Su corazón cada vez latía más débil y más espaciado. Le tomó la mano, la levantó y la llevó a su pecho. Necesitaba sentir ese último rastrojo de vida cerca de ella. Cerró los ojos y deseó que todo aquello nunca hubiera pasado.
Cuando los abrió no estaba ahí. No había hospital, no había lágrimas, no había nada.
Desorientada, trató de entender qué estaba pasando. Tardó unos segundos en asimilarlo, buscó con torpeza el interruptor y encendió la luz.
—¿Una pesadilla? —Preguntó él nada más darse la vuelta en la cama, colocándose de cara hacia ella.
La respiración de la muchacha se aceleró, a la par que su ritmo cardíaco.
Todo había sido una horrible pesadilla. No había enfermedad, no había nada, sólo ella y él.
Sin decir una palabra se abalanzó sobre él y lo abrazó. Éste, sorprendido, se dejó abrazar.
No sabía que mosca le había picado, pero no iba a ser tan idiota de rechazar ese gesto.

—Lucharé —comentó ella mientras olía su camiseta.

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